domingo, 4 de febrero de 2018

Alacranes y Escorpiones




¿Qué diferencia hay entre alacranes y escorpiones y por qué resulta esta pregunta interesante en un blog sobre bisexualidad?

Las palabras que usamos pueden ser entendidas de dos maneras diferentes. Por un lado tenemos la visión positivista-esencialista que adscribe de una manera fija un significante a un significado y a un referente. Así cada palabra tiene su forma adecuada de ser escrita y pronunciada ( significante), un ente –abstracto o no - al cual hace referencia ( referente) y una definición válida de la misma ( significado). Esta visión positivista-esencialista no está muy interesada en genealogías ni en narrativas sino que se centra en una perspectiva objetiva,  única y generalizable no vinculada a cambios u otros aspectos contingentes. Cuando una persona te corrige tu forma de escribir porque desde su perspectiva has escrito una “falta de ortografía”, cuando una persona mira en el diccionario la “definición válida” de una palabra (para invalidar otras), cuando una persona niega a otra su identidad porque no se adapta a una definición “dada”…. esta persona está partiendo de esta forma positivista-esencialista de entender las palabras.





Por otro lado tenemos la visión constructivista que tiene en cuenta el origen y el devenir de las palabras así como sus contextos y relaciones. Dentro de esta visión constructivista la relación entre significante, significado y referente es contingente y las palabras pueden coexistir con sus fluctuaciones y desavenencias.

Desde estas dos formas de entender las palabras ¿qué diferencia hay entre bisexualidad y pansexualidad? Esta pregunta que yo creía ya zanjada hace muchos años parece ser que ha recobrado, una vez más, su vigor lo cual es un indicio de que el monosexismo, como estructura de poder, no solo nos constituye existencialmente ( ontológicamente) sino que también determina nuestra manera de entender y ver la realidad misma ( epistemológicamente). Por ello, mientras el monosexismo no sea superado por otro paradigma seguiremos hablando una y otra vez sobre los “problemas” que plantea el monosexismo sin encontrar respuestas concluyentes, porque el problema es el monosexismo mismo.

Por eso aquí estamos de nuevo en un punto muerto. Las personas que no nos identificamos como monosexuales tenemos una maldición que nos sigue tácitamente. La maldición consiste en que no solo nuestra identidad, no solo nuestra subjetividad, no solo nuestros deseos eróticos y nuestras formas de crear un vínculo afectivo con otras personas son invalidadas y erradicadas sino que también todo aquello que construyamos en su base es destruido por el monosexismo . El monosexismo tiene un carácter holístico y afecta, en consecuencia, a todos los aspectos de nuestra creación y devenir existencial. Mientras sigamos en las fauces de su paradigma todos sus mecanismos psíquicos de poder nos harán siempre volver a un punto muerto: borrón y más de lo mismo.

Una definición positivista-esencialista de la bisexualidad  y de la pansexualidad podría ser que la bisexualidad es la atracción a dos géneros o sexos mientras que la pansexualidad es la atracción a las personas independientemente de su género o sexo. Detrás de esta definición hay un claro sesgo monosexista que vincula de una manera necesaria la atracción de las personas a géneros o sexos. En realidad hay varios factores que juegan un papel importante en la atracción que sentimos hacia otras personas más allá del género o el sexo como, por ejemplo, la empatía, la complicidad, el color de unos ojos, la intensidad de una mirada, el olor, la estatura, la sonrisa, el volumen corporal y un largo etcétera. Para las personas monosexuales todos esos factores van adscritos a un género o sexo mientras que para las personas no monosexuales no necesariamente. Presuponer que la atracción entre personas tiene una base que es el género o el sexo es reducir la atracción a un discurso biologicista de origen religioso. El razonamiento es tan básico como el siguiente: Las personas se pueden dividir entre hombres y mujeres, no porque lo diga la biología ( que lo desmiente) sino porque lo dice la religión ( Adam y Eva). Ya ahí partimos de una premisa religiosa incuestionada que justificamos de una manera pseudocientífica con un discurso biologicista. Los hombres son hombres, entre otras cosas, porque les gustan las mujeres y viceversa. Esto lo podemos ver al fijarnos en los genitales mismos de “ambos” sexos que se complementan de forma “natural”.

De esto se deriva la idea de que nos reproducimos simplemente por instinto; lo demás es ir “contra natura”. Presuponer que las personas tenemos una especie de ciclo estral y un instinto reproductivo es, de hecho, un error bastante grave porque si la sexualidad de las personas se define por algo es precisamente por carecer de ciclo estral y de instinto. Querer echar un polvo con alguien no tiene nada que ver con un “instinto”, sino que hay otros factores que tienen una función erótico-determinante; de la misma manera querer “reproducirse” ( o tener hijes) no está en absoluto vinculado con una orientación sexual determinada.





Bueno, pues todo esta patraña que no tiene ni pies ni cabeza más que para justificar privilegios y opresión es lo que todavía se acepta como base a la hora de hablar sentimientos, atracción, libido y otros aspectos de la vida emocional y erótica de las personas bisexuales: nos gustan dos géneros/sexos o todos los géneros/sexos o las personas independientemente de los mismos. Si no entendemos la bisexualidad dentro del paradigma monosexual, si seguimos diciendo que la bisexualidad transciende o cuestiona el paradigma monosexual estaremos cayendo una y otra vez en el mismo error porque aunque el activismo antimonosexista lucha, obviamente, contra el monosexismo no puede ser tampoco entendido fuera del mismo

Vayamos ahora a los alacranes y a los escorpiones. Dentro de todas las palabras que habitan en el castellano tenemos la palabra “alacrán” que es una palabra que viene del árabe hispánico (al‘aqráb عقرب) pero el castellano también dispone de la palabra escorpión proveniente del latin ( scorpio/onis). ¿ Cuál es la diferencia entre alacrán y escorpión? Esta pregunta podría bastar para que se escribiesen artículos y se desarrollasen investigaciones al respecto si no captamos desde un primer momento la trampa epistemológica que lleva implícita. Hasta 1613 tanto alacrán como escorpión hacían referencia al mismo animal en dos lenguas que cohabitaban en un mismo territorio peninsular: castellano y árabe. Aunque se hubiera perdido el árabe hispánico en la península ibérica a principios del siglo XVII la palabra “alacrán” se conservó en el acervo lingüístico del castellano ( como en el del catalán “alacrà” y en el del gallego “alacrán”) en condiciones iguales que el término latino “escorpión.” Ello hizo que el mismo animal se denominase de dos maneras diferentes o, en términos lingüísticos, que dos significantes o conjuntos de letras y su imagen acústica compartiesen un único significado y referente. A este caso podemos añadirle el de otras palabras como neumonía y pulmonía, migraña y jaqueca, odontólogo y dentista, aceituno y olivo o ajonjolí y sésamo. Su diferencia radica, al igual que en el caso de escorpión y alacrán, en que la lengua de origen es diferente mientras que el significado y el referente ( el ente referencial) es el mismo. O sea que son términos sinónimos.

A todas estas palabras mencionadas podríamos añadir el dúo bisexualidad-pansexualidad no ya porque provengan de dos idiomas diferentes ( aunque en principio bisexualidad tiene un prefijo latino y pansexualidad uno griego) sino porque estas palabras no tienen un significado y un referente necesariamente diferenciado sino contingentemente diferenciado, es decir, que puede darse el caso o no de que su uso sea sinónimo. Todo depende de si partimos de la idea positivista-esencialista de que a cada significante le corresponde un significado y un referente o la constructivista de que no. Por eso todas las discusiones basadas en un ámbito o nivel de definiciones se entienden mejor si damos un paso atrás y las vemos desde sus parámetros epistemológicos. ¿ Son positivistas-esencialistas? ¿ Son constructivistas?

Al monosexismo en su lógica binaria con la que opera le viene muy bien enfrentar bisexualidad con pansexualidad porque así se separa y desestabiliza la lucha plurisexual obligándonos a aceptar el paradigma binario monosexual, incluso, para autodefinirnos.

Pero entonces ¿hay alguna diferencia entre pansexualidad y bisexualidad? El problema en parte radica cuando entendemos nuestra existencia reducida en definiciones que solo hablan el lenguaje estático del “ser”: La bisexualidad es X mientras que la pansexualidad es Y. De esta manera olvidamos un valor ontológico que cohabita con el “ser” y que resulta fundamental para todo grupo minorizado para su supervivencia que es el del “estar”. El estar supone el devenir, lo que se construye conjuntamente, el compartir, la empatía y la porosidad. Nos gusta estar solos pero también buscamos la compañía con el otro en el estar. Desde una perspectiva del estar más que del ser podemos ver otra forma de entender la bisexualidad y la pansexualidad no ya como categorías separadas y enfrentadas ya sea desde un punto de partida positivista-esencialista o constructivista sino como el producto autodefinido de una colectividad construida por procesos políticos en donde el afecto, el cariño, la solidaridad y ciertos referentes comunes establecidos por una opresión compartida juegan un papel generador.

Desde ese valor modal del “estar” las palabras pueden cobrar un significado nuevo en tanto que voz de una colectividad. Entonces es la colectividad la que define la palabra y no la palabra la colectividad. En castellano, por ejemplo, hay dos palabras para referirnos al día después del sábado y antes del lunes. Tales palabras son domingo o día del señor ( del latin domine dies) o alhát que viene del árabe “uno” al ser el primer día de la semana ( en portugués el martes ya es el día segundo o segunda-feira). La palabra “domingo” no es usada, por ejemplo, en judeoespañol o ladino. De la misma manera, la palabra para hacer referencia a la divinidad monoteísta también tiene dos formas en castellano. Los cristianos, y los descendientes de los mismos secularizados, usan la palabra dios que hace referencia al dios como ente plural ( la trinidad), mientras que los judíos usan la palabra dio en singular y, en general, con el articulo determinado delante. Cuando los judíos recitan la Shemah mencionan “dio es uno”. Pues bien, esto nos ilustra que diferentes grupos de hablantes resimbolizan y resignifican diferentes términos e incluso crean nuevos de acuerdo con sus necesidades propias precisamente porque la realidad es percibida de forma diferente. De esta forma vemos que las palabras no tienen una definición intrínseca sino que son las personas las que otorgan a estas palabras de significado por afinidad entre ellas mismas y como forma de visibilizar una colectividad. Hay personas pansexuales que entienden su subjetividad afectivo-sexual como diferente a la de las personas bisexuales y viceversa.

Las palabras pueden evolucionar su significado también. Por ejemplo, lo que antiguamente era un “salario” ( término originariamente relacionado con el pago en sal) no es lo que se corresponde con lo que en general se entiende con ese término hoy en día. También podría mencionar que una oca ( del latin auca), en principio, es el mismo animal que ganso ( del gótico gans); sin embargo, con el tiempo el uso de ambas palabras se fue diferenciando lo que hizo que ahora, en determinados registros,  tengan un significado diferente. Por ejemplo, en general se entiende que la oca es un ganso domesticado y que un ganso es una oca silvestre. Las palabras han de ser entendidas dentro de una narrativa que una mera definición no puede abarcar porque las definiciones frenan y fijan. Lo que una persona puede entender como bisexual y pansexual hoy no es quizá lo mismo que esa persona entiende mañana como bisexual y pansexual. En su devenir los términos pansexual y bisexual pueden acercarse o alejarse dependiendo de las circunstancias dadas. Precisamente por eso podemos encontrarnos con personas pansexuales que entiendan su subjetividad afectivo-sexual como más afín a cómo la entienden ciertas personas bisexuales que otras pansexuales y viceversa. En estos casos las definiciones estáticas no hacen otra cosa que alienarnos de nosotros mismos.

Por ello, a la hora de entender la bisexualidad y la pansexualidad implica un esfuerzo para aproximarnos a cómo entendemos, sentimos y percibimos las personas no monosexuales nuestra subjetividad afectivo-sexual. De un lado esta la parte personal, por otro la parte comunitaria y por último la parte narrativa de nuestro devenir identitario, si es que queremos entenderlo en términos identitarios que no es necesario.

Así a la hora de entender la diferencia entre la bisexualidad y la pansexualidad habrá que tener en cuenta las siguientes perspectivas:

1)     Positivismo-esencialismo y constructivismo
2)     Valores ontológicos del ser y del estar
3)     Narratividad.

Una vez que te plantees estas preguntas y busques sus respuestas y que respetes el derecho de autodefinirse de cada persona plurisexual pues podrás acercarte y conocer un poco más no ya las definiciones abstractas sino la propia existencia de las personas plurisexuales desde nuestra propia realidad y podrás entender que pansexualidad y bisexualidad pueden ser sinónimos o no dependiendo del momento, la situación, la persona, la colectividad y la historia que haya detrás. ¿ Todavía no queda claro? Volvemos al punto muerto de nuevo. Solo cuando reconozcamos y valoremos la realidad como ineludiblemente plural y contradictoria podremos empezar a aproximarnos a una respuesta sobre esta cuestión que nos resulte satisfactoria.