domingo, 10 de abril de 2016

Apocalipsis postestructural


“La ciencia, la racionalidad científica, está escrita por el hombre cis hetero blanco sin diversidad funcional de clase media/alta. O lo que es lo mismo y de una forma más explícita: está escrita por los vencedores”. wuwei desorientada



¡!!Que viene el postestructuralismo!!! Corramos… ¡no vaya a ser que el mundo se desplome y caigamos todes en el Tártaro!

Me estoy dando cuenta de que concomitante con el avance postestructuralista van creciendo posturas reaccionarias que relacionan el postestructuralismo con destrucción, caos, relativismo nihilista e irresponsabilidad académica.  ¡Eso es postestructuralismo! Se dice para desvirtuar una visión que es crítica hacia ciertas formas de ver la realidad que, por defecto, son positivistas y que tratan de crear una idea fija, inamovible, verdadera, axiomática, transcendente de lo que es real y, con ello, de legitimar y perpetuar el status quo y todos los dispositivos de poder que lo estructuran.

En realidad no me debería soprender tanto esta postestructuralismofobia ya que me acuerdo de que en aquellos maravillosos años universitarios, años donde les alumnes  nos sentábamos en línea de cara a le profesore y  le profesore dictaba apuntes, te mandaba leer sus propios libros y tenías que estudiarte de memoria su interpretación de la materia implantada ( no vaya a ser que luego suspendas) habitualmente oía de boca de eses profesores tan listes, tan doctes y tan llenos de sí mismes que el postestructuralismo era básicamente un cachondeo. En una cultura donde cuando no se entiende una palabra en vez de preguntarle a la persona que la usa qué quiere decir con esa palabra se corre directamente a la RAE a ver LA definición “real”, en una cultura donde un título universitario te da la legitimidad de decir básicamente cualquier gilipollez y que la gente lo vea como saber ( solo basta poner unas barras y porcentajes en excell y una buena prezi o power point), en una cultura donde hay tantísimo respeto a las autoridades y a su poder simbólico, en una cultura donde falta tanta pedagogía crítica y se fomenta la competición frente a la colaboración en el sistema educativo, donde se fomenta la repetición frente a la reflexión, no me extraña que les estudiantes interiorizasen que el postestructuralismo es un cachondeo en vez de cuestionarse la ignorancia total de le profesore acerca del postestruturalismo. Con el tiempo llegué a deconstruir algo del conocimiento aprehendido en esas fábricas de adoctrinamiento que son las universidades, ver las cosas desde una perspectiva diferente y darme cuenta de que , en efecto, había gato encerrado, ¡un gato en estado cuántico!

En este texto me gustaría compartir mi visión del postestructuralismo como persona que se identifica como postestructuralista y como persona que parte del postestructuralismo para entender gran parte de su existencia y las (con-)vivencias afectivas que la constituyen… y ya de paso para hacer una crítica a la patraña del positivismo y sus derivados múltiples y el porqué todo esto está ligado con el tema principal de este blog que es la bisexualidad. En esta deriva tan desorientada no pretendo que haya ninguna secuencia lógica pero sí que este texto pueda ser usado para repensarnos algunas cosas desde un acercamiento genealógico y deconstructivo de sus bases.

Para empezar, creo que es importante reconocer la macdonalización actual del mundo y el influjo de EEUU en las comunidades académicas globalmente. El “postestructuralismo” es un término yanqui que se usó en las universidades de EEUU a finales del siglo XX para referirse a las filosofías de la diferencia europeas, ya sea el análisis del discurso de Foucault, la deconstrucción de Derrida, la lectura sintomática de Althusser, el perspectivismo de Ortega y Gasset, la hermenéutica de Gadamer, la razón poética de Zambrano o el esquizoanálisis de Deleuze. O sea que decir “postestructuralismo” es decir muchas cosas. ¿Que tienen en común todas estás filosofías? Se podría decir que estas filosofías deben gran parte de su existencia a la filosofía de Nietzsche. Nietzsche nos enseñó que la ley o el principio último y primero ( arché) no eran ni unas ideas transcendentales, ni un dios patriarcal, ni unas condiciones a priori del conocimiento cambiando la primacía de unas categorías , esencias o entidades estáticas como principios reguladores de nuestro saber, existencia, moral, percepción a lo que éle llamó voluntad de poder ( Wille zur Macht). En sus cuadernos póstumos escribe: “contra lo que el positivismo sostiene diciendo "sólo hay hechos", en realidad no es precisamente que hayan hechos, sino que sólo hay interpretaciones”.

Para Nietzsche no hay unas verdades absolutas a priori desligadas de nuestra existencia que rigen el mundo, mientras que para el positivismo inductivo hay leyes universales y principios reguladores apriorísticos, perennes y universales que pueden ser aprehendidos a través de un método objetivo científico basado en la racionalidad humana. Así, todas las disciplinas que acaban adoptando el positivismo  y su obsesión con resultados tangibles, cuantificables y observables de la “realidad” son llamadas “ciencias”. Cuando un campo del saber, adopta el término de “ciencia”, generalmente quiere decir que adopta el positivismo como paradigma y método, como por ejemplo las ciencias sociales ( frente a la sociología), las ciencias de la administración, las ciencias antropológicas, las ciencias de la educación, las ciencias de la información, las ciencias de la comunicación…. etc etc…. Estas disciplinas al ponerse el título de “ciencias” tratan de marcar que son disciplinas que aspiran a un conocimiento legítimo, serio, objetivo, racional, universal y riguroso del cual creen tomar modelo de las superciencias o las “ciencias puras” como, por ejemplo, la química, la física, la biología y también de las matemáticas. Es decir, desde una postura positivista todo saber ha de estar subyugado a las pautas que establecen las superciencias y desde los parámetros que prescribe el positivismo en el llamado método científico inductivo; porque la teoría del caos, la mecánica cuántica, o el falsacionismo, por ejemplo, por supuesto que son irrelevantes en esta perspectiva positivista que sólo se apropia de lo que le conviene.

El término “positivismo” nació con una figura de una historia del pensamiento llamada Auguste Compte que veía la realidad desde una perspectiva desarrollista agustiniana y entendía que la humanidad pasaba por diferentes estados, el teológico, el metafísico y finalmente el científico-positivo que era el no va más. Toda esta idea desarrollista que piensa que vamos linealmente a más y a mejor ( que también vemos en Hegel, Krause y Marx) parte de la razón ilustrada que supuso una continuación del humanismo antropocéntrico y una ruptura contra el atavismo de la escolástica, lo cual está muy bien pero el problema es que hay que contextualizar las cosas, no es lo mismo una persona ilustrada en el siglo XVIII  como Josefa Amar y Borbón o Inés Joyes que una persona neoilustrada del 2016 que no mira con ojos críticos todas las barbaridades hechas en nombre de la razón y del progreso ( colonialismo, genocidios, cambio climático, guerras mundiales, capitalismo etc etc).

En cualquier caso, ni el positivismo ni el postestructuralismo ( hermenéutica, deconstrucción, análisis del discurso…) están necesariamente relacionados con un saber o con una disciplina sino con las bases epistemológicas y ontológicas en las cuales se pueden basar esas disciplinas así como el método que adoptan para llegar a sus conclusiones. Por ello, podemos entender personas químicas, polítólogas, filósofas, historiadoras etc tanto positivistas como postestructuralistas todo depende de los presupuestos ontológicos y epistemológicos de los que partan. ¿En qué consiste esto entonces?

Ontología y epistemología

Las bases ontológicas están relacionadas con preguntas tales como ¿ Qué es la realidad? ¿ Qué es el ser? ¿ Qué es la existencia? ¿Existe una realidad que nos transciende o la realidad es inmanente? Las bases epistemológicas están relacionadas con lo que podemos saber o aprehender de esa realidad ¿ Puede haber un conocimiento objetivo o el conocimiento es más bien interpretativo? ¿ Cómo podemos llegar a ese conocimiento? Estas son preguntas epistemológicas. Normalmente las “ciencias” no se plantean esas preguntas que consideran despectivamente ( y erróneamente) metafísicas siendo el papel de la filosofía de la ciencia en tanto que disciplina filosófica el aproximarse a las mismas desde el campo de la ontología y la epistemología.

En relación con estos presupuestos ontoepistemológicos, las personas postestructuralistas partimos de la premisa de que la realidad es una “construcción social”. Con esto no queremos decir que la sociedad construye físicamente la realidad en plan estantería del IKEA ni tampoco simbólicamente a través de conjuros o rituales de santería. Con esta idea tampoco estamos diciendo que la realidad solo tenga existencia a través de la percepción humana, esto sería el inmaterialismo de Berkeley y no una postura postestructuralista que, como filosofía post-fenomenológica y postkantiana, parte de otra perspectiva bastante diferente.


Ya Kant, que vivió después de Berkeley, superó la dicotomía de las posturas racionalistas y empiristas a través de un idealismo transcendental diciendo que las personas disponemos de unas categorías y unas formas de sensibilidad puras o apriorísticas como, por ejemplo, el espacio y el tiempo que son independientes de lo que conozcamos. Para Kant las personas no somos una tabula rasa, como defendería Locke al extremo de Berkeley, sino que necesariamente ponemos nuestra impronta en aquello que conocemos.

Una perspectiva postestructuralista no defiende la posición de que la realidad no exista sin nuestro conocimiento de la misma. Una perspectiva postestructuralista sostiene que la realidad la llegamos a aprehender exclusivamente a través de específicas formaciones, discursos, interpretaciones a los cuales nuestra forma de conocer el mundo inevitablemente está sujeta.
Cuando las personas postestructuralistas decimos que la realidad es una construcción social queremos decir que en el mismo proceso de aprehender el mundo lo estamos simultáneamente significando, ya que el lenguaje no es una mera herramienta descriptiva sino una actividad, una actividad que crea una realidad, precisamente porque partimos de unos presupuestos, de un léxico, de una gramática y de unas experiencias que nos condicionan. El no ser conscientes de estos sesgos no nos hace objetives sino que hace que inconscientemente reproduzcamos estos sesgos a lo largo de nuestra investigación; sesgos que parten de una cultura clasista, racista, machista-sexista, monosexista, cisexista, capacitista ETC como bien dice wuwei en la cita que encabeza este texto:

“La ciencia, la racionalidad científica, está escrita por el hombre cis hetero blanco sin diversidad funcional de clase media/alta. O lo que es lo mismo y de una forma más explícita: está escrita por los vencedores”

Desde una postura postestructuralista cada persona ha de tomar responsabilidad sobre sus procesos genealógicos de conocimiento, desde qué preceptos parte y porqué en tanto que siempre partimos de un conocimiento situado o perspectiva desde la cual establecemos una orientación; y es que todo aquello que consideramos como auto-evidente en realidad tiene una historia en donde el poder juega un papel principal para marginar, excluir u omitir ciertos aspectos incómodos y para crear jerarquías. Esta toma de responsabilidad metodológica es lo que se conoce por reflexividad epistémica.

La bisexualidad y el postestructuralismo

Dentro de los estudios sobre bisexualidad podemos ver tanto una perspectiva positivista como una postestructuralista. La postura positivista domina, sobre todo, en EEUU y en Reino Unido que son los países donde se produce más teoría sobre bisexualidad a través de revistas, artículos y conferencias. Sólo este año se empieza a celebrar un BIRECON ( la conferencia internacional académica sobre bisexualidad) fuera de un contexto anglosajón, en los Países Bajos. La postura postestructuralista es más marginal y la podemos ver en voces localizadas en diferentes contextos como Clare Hemmings, Christian Klesse y la colectiva Bisexual Intervention Group ahora disuelta.

Las posturas positivistas se centran en hacer la bisexualidad visible a través de estudios cuantitativos que muestran estadísticas que “reflejan la realidad” de las personas bisexuales. También parten generalmente de los presupuestos de que hay tres orientaciones sexuales la heterosexual, la homosexual y la bisexual, bajo la cual se pueden incluir otras sub-orientaciones como la pansexual o la omnisexual. Estos estudios también buscan las causas objetivas de la bifobia y proponen formas para combatirla desde una perspectiva de la salud mental, la vida laboral o la vida en familia de las personas bisexuales.

Las posturas postestructuralistas no parten de una realidad “bisexual” sino que analizan los procesos genealógicos a través de los cuales podemos llegar a hablar de una realidad bisexual en tanto que construcción social, cómo esos procesos están ligados al lenguaje que usamos, cómo la lógica que estructura ese lenguaje nos hace ver la realidad de una manera u otra y que prácticas discursivas determinan lo que llegamos a aprehender en función a una estructura de poder que es el monosexismo y sus intersecciones. 

Desde esta perspectiva, no se puede decir que haya un número determinado de orientaciones sexuales ni un número determinado de sexos o de géneros ya que la realidad de los mismos es performativa y establecida mediante procesos reguladores disciplinarios de interpelación en sí plurales y susceptibles al cambio. Esto no quiere decir que una postura postestructuralista niegue la existencia de, por ejemplo, que a las personas les puedan atraer diferentes rasgos de otras personas o que se niegue la existencia de los “géneros”. En su lugar, una perspectiva postestructuralista defiende la postura de que nuestra idea de “género”, por ejemplo de “hombre” o “mujer", es el resultado de unas prácticas discursivas y no algo que pueda ser entendido prediscursivamente como axiomas naturales. El categorizar a toda la humanidad en “hombres” y “mujeres” como categorías antagónicas, separadas, faltas de porosidad entre sí pero al mismo tiempo interdependientes y complementarias es una ficción de la cual se suele partir como presupuesto para estructurar muchas investigaciones científicas, determinadas por supuestos patriarcales, monosexistas y heteronormativos.

 Lo mismo podríamos mencionar de otros campos del saber. Por ejemplo, desde una perspectiva postestructuralista no es que haya personas que sufran racismo por su raza sino que es el racismo mismo el que racializa a las personas y en última  instancia genera las categorías de raza. Habrá algune positivista que diga “es que se pueden observar las razas”, es una realidad objetiva; pero entonces no entiendo porqué en Madrid, de donde soy oriundo, soy considerado persona blanca, mientras en Copenhague, donde vivo, persona de “color”. Lo conceptos que usamos son entendidos, desde el postestructuralismo, como diferidos en tanto que su significado no puede ser cerrado dentro de una pautas específicas, observables y mensurables; en su lugar, los conceptos llegan a cobrar un significado en relación con otros conceptos con los cuales son contrastados generalmente en función de una lógica binaria basada en una interpretación falaz del principio aristotélico del tercero excluido.

El hablar de construcción social desde el postestructuralismo es poner énfasis en procesos, en el cómo y en el quién en lugar de en un qué que hace referencia a un estatismo universal. De esta manera una perspectiva postestructuralista entiende la bifobia como proceso, y como proceso complejo muchas veces resulta imposible de ser mesurado ya que hay toda una serie de normas, valores y símbolos que no pueden ser cuantificados y precisamente un entendimiento de aquello que no es cuantificable nos puede dar una visión más acercada de los funcionamientos en los cuales se perpetúan las estructuras de poder, de cómo constituyen las vivencias de opresión de las personas que se identifican como bisexuales y cómo esas vivencias afectan su bienestar. La fenomenóloga feminista, Iris Marion young, diría que "sin una comprensión estructural del poder y de la dominación como procesos en vez de modelos de distribución, la existencia y la naturaleza de la opresión no podría ser identificada"

Una perspectiva postestructuralista rompe los límites de esencias estáticas y monológicas planteando una realidad múltiple y difracta abierta a interpretaciones. Esto, en realidad, no es nada nuevo; ya dijo Aristóteles en su libro IV de la metafísica “ el ser puede ser dicho de muchas formas” (pollakhôs legetai) y las filosofías de Heráclito, Parménides o Anaxágoras también van encaminadas en este sentido. Desde esta perspectiva el identificarse con la etiqueta bisexual no implica un único significado ni la incompatibilidad para identificarse con otras etiquetas. Tampoco sería la bisexualidad algo que se "es" sino algo que se "está" y por ello no puede ser reducida ni a una definición ni a una estadística ni a una realidad que nos preceda o que haya existido en todas las épocas de la historia, reflexión que de una manera tan elocuente comparte Foucault con nosotres en su historia de la sexualidad, sobre todo en el primer volumen, "la voluntad del saber".

También creo que es importante subrayar que una postura postestructuralista cuestiona la racionalidad implícita en la “ciencia” ( que dicho en singular no es otra cosa que una ideología) para abrir una ventana a la afección y al sentir como partes constitutivas de la experiencia y a una interacción entre diferentes devenires  nómadas y rizomáticos no lineales, no orientados y de acuerdo con la desterritorialización erotico-afectiva de cada une.

Para mí, postestructuralismo es sinónimo de respeto a la diversidad al criticar el dogma positivista cosificante y asfixiante y su ansia de ser absoluto, perenne, reduccionista, axiomático y universal desde el ojo externo. El poststructuralismo supone ver la genealogía de nuestro conocimiento y de entender cómo está formado en relación con una perspectiva de poder y dominación, supone entender dónde el lenguaje que usamos está plagado de equívocos y sofismas, implica deconstruir jerarquías binarias y ver dónde tienen sus fisuras, sus incongruencias internas, qué ocultan dichas jerarquías binarias y porqué. El postestructuralismo supone abrazar una lógica difusa y polivalente, cuestionar la hegemonía referencial de un sujeto separado, individual, autónomo, libre, blanco, patriarcal, occidental, de clase media, heterosexual; implica abrir la posibilidad de múltiples interpretaciones, de pasados no cerrados abiertos a un diálogo con el presente, supone pensar en la intraacción del yosotres en vez de la interacción del yo-tú, en cómo nos afectamos, en cómo devenimos y cómo podemos tomar autoconciencia sobre cómo reproducimos discursos, supone pensar y sentir en términos existenciales y no de entidades categoriales cerradas e inamovibles.

Por ello, el postestruturalismo supone un apocalipsis del mundo visto desde parámetros positivistas, que siguiendo la misma lógica del positivismo no llegan a la intelección de su propias bases metodológicas o perspectivas conceptuales, como tampoco lo hace ninguna postura hegemónica. 

Mientras que el positivismo refuerza la realidad “tal y como es” queriendo acercarse objetivamente a la misma, el postestructuralismo la cuestiona y abre líneas de fuga que permiten una pluralidad de mundos más habitables para la diversidad donde el pensamiento único se desvanece en un sinsentir. Por ello, las personas postestructuralistas somos una amenaza al status quo y por ello es importante que sepan que estamos y estaremos aquí desde el poder harendtiano que caracteriza a las colectividades, precursoras del cambio en términos estructurales y creativos contra el nihilismo dogmático del positivismo.