viernes, 27 de junio de 2014

ÉL

Se oye “él” en la sala. La mirada se dirige hacia mi. No puedo evitar sentirme sorprendido ante la interpelación mientras intento situarme y entender el espacio en el que acabo de aterrizar, el espacio en el que voy a pasar un rato esa tarde. “Él” oigo de nuevo, vuelvo a ser interpelado, pero esta vez la sorpresa se convierte en malestar.

Malestar a causa de las circunstancias en las que me encuentro. No estoy de visita en COGAM, COLEGAS, ARCOPOLI u otra organización institucionalizada LGTB, donde esa interpelación me la podría esperar.  Me encuentro en un espacio que se entiende a sí mismo como queer, me encuentro en la asamblea Transmaricabollo del 15 M.

Uno de los pilares principales de toda política queer es el lema “no presupongas nada”, es decir no asignes géneros, sexos, razas, orientaciones sexuales ETC a las personas a partir de cómo tú las leas. Respeta el derecho de autodefinirse de cada persona.

Pero ese derecho parece ser que no es tenido en cuenta en una asamblea donde el género es directamente leído y asignado. Un género nunca se asigna de una manera aislada sino que con él va unida toda una cadena de equivalencias en la cual podríamos incluir unos privilegios de los cuales se presupone que se es beneficiarie y unas expectativas a partir de las cuales se es escuchade.

Tras ser interpelado ya dos veces, cual perro de Pavlov que oye una campanilla, pongo automáticamente en funcionamiento el autopiloto de mi doble conciencia.

Las personas que sufrimos monosexismo somos muy lamarckistas ya que como método de supervivencia desarrollamos facultades para defendernos de toda la opresión simbólica que vivimos. Concretamente, esa doble conciencia a la cual me refiero no quiere decir otra cosa que, a parte de entendernos a nosotras a través de nuestros propios parámetros definidos por nosotras mismas, también hemos de entendernos en función de los parámetros por los cuales se nos heterodesigna y cosifica. Siempre hemos de tener en cuenta la mente opresora que nos observa y juzga como panóptico carcelario.

Cuando “él” recibe el turno de palabra, hago una pregunta sobre un proyecto presentado que admiro ya que me parece fantástico y posibilitador de nuevas líneas de fuga que ayudan a minar el sistema heteropatriarcal. Sin embargo, mi pregunta también es crítica, crítica desde la humildad o si lo preferís, crítica desde la ignorancia de no conocer el funcionamiento de un discurso que siempre me ha parecido de un carácter completamente oximorónico y es el de elaborar un sincretismo de política identitaria LGT con política queer. En otras palabras, ¿qué dimensión transgresora orientada a la praxis podríamos ver que ofrece una acción política transmaricabollo y desde qué estructuras de poder como ejes de referencia?

Mi duda está formada desde una perspectiva de un discurso diferente que el de las personas con las que comparto espacio, ya que está formada desde un discurso dominado por el inglés y el Danés, que son los idiomas que yo suelo usar en mi comunidad queer y que hacen que lo que nos rodea lo pensemos de otra manera.

En Inglés tenemos el término “Faggot” que en Danés se dice “Bøsse”  y en Castellano “Marica” o “Puto”  dependiendo de en qué lado del océano estés. Todos estos términos son injurias reapropiadas como forma de empoderamiento contra el heterosexismo. También tenemos en Inglés el término “Dyke” que en Danés se dice “Lebbe” y en Castellano Bollo o Torta dependiendo de en qué lado del océano estés. Este término sigue la misma lógica de injuria reapropiada en todos estos idiomas.

Muches de nosotres hemos oído sobre las bolleras “Dykes on Bikes”, también otres sobre las bolleras del grupo BDSM de Samois y quizá algunes también del movimiento marica de los setenta llamado “Bøssernes Bevægelsesfront” ( Frente de Liberación Marica) en Escandinavia. Dentro del estado español tenemos los referentes de LSD y la Radical Gai. Todos estos movimientos, pese a ser transgresores y subversivos del orden establecido poniendo todos nuestros presupuestos heteropatriarcales en una montaña rusa y haciéndolos saltar por los aires, no son movimientos que puedan considerarse queer ya que en la base de los mismos hay un sustrato y una lógica identitaria. Por ejemplo, una línea muy importante del movimiento dyke está basado en el feminismo radical que no es un feminismo que sea “radical”, sino que la corriente misma se llama “feminismo radical” como también hay el “feminismo liberal” o el “transfeminismo”, por citar otros ejemplos paradigmáticos. Uno de los exponentes más significativos del feminismo radical es el manifiesto S.C.U.M de Valerie Solanas que en absoluto puede se considerado un manifiesto queer, entre otras cosas porque es completamente cisexista. Aun así, el manifiesto tiene su validez dentro de un discurso transgresor del orden heteropatriarcal o, al menos, de ciertos aspectos del mismo. Valerie Solanas empieza S.C.U.M de la siguiente manera:

“Vivir en esta sociedad significa, con suerte, morir de aburrimiento; nada concierne a las mujeres; pero, a las dotadas de una mente cívica, de sentido de la responsabilidad y de la búsqueda de emociones, les queda una – sólo una única – posibilidad: destruir el gobierno, eliminar el sistema monetario, instaurar la automatización total y destruir al sexo masculino”.

Con ello quiero decir que hay discursos de izquierdas radicales que luchan contra el sistema opresivo que afecta a muchas personas, pero no necesariamente por eso estos discursos son queer, de hecho los movimientos faggot, dyke y queer son movimientos que llegan en algunos casos a constituir acciones políticas que están enfrentadas desde el antagonismo.

El movimiento queer es un movimiento político que combate a través de herramientas de lucha anarquistas las estructuras de opresión ( todos esos ismos) que apestan nuestra existencia así como las normas y privilegios derivados de las mismas. Si los movimientos identitarios parten de identidades y de la discriminación que sufren esas identidades, una perspectiva queer parte de un análisis deconstructivista de las estructuras de poder y de la manera que nos subjetivan y/o subalternan. Es decir, las identidades no preceden a las estructuras de poder dentro de una perspectiva queer sino que son constituidas mediante las mismas.

Por ejemplo, si una perspectiva identitaria parte del racismo que sufren las personas “negras”, “gitanas” u otras identidades que han sido objeto de discriminación racial, una perspectiva queer tiene en cuenta cómo el sistema de opresión de hegemonía blanca racializa a las personas en diferentes razas en relación a unas normas a través de las cuales a ciertas personas se privilegia y a otras se oprime a través de violencia, marginación, explotación, imperialismo cultural y desempoderamiento.

Por ello, no es que tengamos una raza en sí sino que somos racializades. Por ejemplo, yo tengo privilegios blancos en el estado español mientras que en Escandinavia ( porque la norma que prima es el arianismo) se me lee como persona de color y por ende se me subalterniza racialmente. Mi raza, o mejor dicho mi racialización, es contextual y no puedo decir que “sea” blanco o de color de una manera absoluta. Sobre todo esto hay un blog super interesante que se llama http://perkerendk.blogspot.com.es y que recomiendo leer.

Me gustaría decir que soy consciente de toda la violencia que vivimos de la lengua inglesa y la necesidad de crear términos en nuestras propias lenguas, partiendo de nuestras propias experiencias vitales para combatir lo problemático y enajenante que es utilizar términos que responden, entre otras cosas, a una acción global de Macdonalización – Cocalización sin ningún tipo escrúpulos. Aquí expreso mi solidaridad.

Sin embargo, lo que traté de entender con mi pregunta hecha en ese espacio sobre la relación entre lo queer y lo identitario es si pese a que “transmaricabollo” en principio a nivel de significante tiene connotaciones esencialistas si a nivel de un significado orientado a una praxis política podría posibilitar una estrategia queer pensada desde nuestras propias circunstancias socio-históricas.

La conclusión a la que llegué es que no.

Mi impresión es que muchas personas que participan en el movimiento transmaricabollo han malentendido completamente lo que es una lucha queer.

Una de las personas asistentes a este encuentro me explicó el porqué se llama asamblea transmaricabollo esta asamblea del 15 M. La respuesta fue la siguiente:

Trans por las personas transgénero, transexuales pero también por un sentido de transversalidad  ( y creo que también) transgresión.

Marica y Bollo por las personas maricas y bolleras, porque marica y bollo son injurias reapropiadas.

Concretamente esta persona se refirió a la crítica que las personas bisexuales han hecho de esta decisión y uno de los argumentos esgrimidos en su defensa es que no se pueden incluir a todas las identidades subalternizadas, en concreto se mencionó a las putas.

Sin embargo este argumento es completamente falaz. “Transmaricabollo” no es otra cosa que un “copiar y pegar” de LGTB quitándose a la B de en medio, porque el uso del lenguaje y las acciones derivadas de esta lucha no son en absoluto transversales, todo lo contrario; la asamblea transmaricabollo reproduce exactamente la misma lógica cishomonormativa que domina en asociaciones LGTB institucionalizadas.

Al preguntar a las 30 personas presentes ( si quisiesen responder) cual de ellas se identificaba como transexual, ninguna de ellas levantó la mano, lo cual quería decir que ese espacio era completamente cisexual ( si bien no necesariamente cisgénero).  De este espacio cisexual se desprenden consignas tales como “la transexualidad es una maravilla” o acciones “por el placer de ser trans” totalmente criticadas por activistas transexuales como Ainara Ruiz. Practicamente todas las personas transexuales que conozco no quieren participar en esta asamblea y critican una práctica muy extendida que también ocurre en todos los ambientes cishomonormativos que es la exotificación, el tokenismo o cosificación junto a una apropiación de una lucha transexual por parte de personas con privilegios cisexuales.

Como estrategia contraargumentativa se me hizo saber que sí que había personas transgénero presentes, pero eso no puede servir de justificación en ningún caso cuando esta asamblea coordina acciones centradas concretamente en la transexualidad.

Por otro lado si “trans” se entiende como término polisémico incluyéndose bajo el término nociones tan dispares como la transexualidad o la transversalidad lo que hay que hacer es usar la forma de escribir esta polisemia tal y como lo hacen las personas trans involucradas en movimientos de izquierda que es con un asterisco “trans*” ( Trans*maricabollo).

También se me hizo saber en un momento que personas cisexuales perfectamente podían orquestar una agenda trans como acción política solidaria. Se mencionó como ejemplo que no hace falta ser puta para estar en contra del hetairismo ( no se dijo exactamente con estas palabras). Lo que falla en este razonamiento es que cuando une es aliade se tiene que mantener en segunda fila apoyando y no en primera fila cobrando protagonismo y estableciendo una agenda que no le pertenece ya que de esta manera está haciendo un ejercicio condescendiente y paternalista de dominación.

No obstante, la cishomonormatividad tiene un doble filo. Por un lado exotifica a las personas transexuales y por otro lado erradica a las personas bisexuales de tal manera que las personas bisexuales sólamente podemos acceder a la visibilidad a través de códigos mononormativos y el famoso privilegio heterosexual.

Concretamente, la erradicación de la bisexualidad a causa del monosexismo es la razón principal por la cual no hay una injuria conocida hacia las personas bisexuales porque ni siquiera existimos como categoría pensable de una manera autónoma. La injuria como vía privilegiada para acceder  a un reconocimiento no es otra cosa que una reproducción de una visión cishomonormativa y monosexista que se proyecta en las personas bisexuales y nos condena perpetuamente a la zona del “no ser”, de lo inconcebible, lo impensable.

A parte de la violencia cishomonormativa legitimada en ese espacio llamado “queer” percibí así mismo una serie de microviolencias por parte de algunas personas. Una de ellas fue el hacer una clara distinción entre yo y elles, donde yo decía una cosa y la asamblea defendía otra postura que ya se había debatido.

Los espacios queer que son coherentes con el anarquismo parten de un enfoque autogestionado donde todas las personas sean nuevas o ya hayan participado en diferentes asambleas pertenecen plenamente al grupo en igual de condiciones. Sin embargo, parece ser que esa no es la aproximación elegida en tal asamblea donde claramente hay visitantes y personas que pertenecen al núcleo duro de la misma.

Otra incoherencia más es cuando estaba hablando y se me interrumpió con un “ya lo sabemos no hace falta que lo repitas”. Ese plural mayestático donde una persona se pronuncia en nombre de todas las demás para ejercer una coacción es también una estrategia muy extraña dentro de un espacio que se identifica como queer.

Ante todas mis dudas sobre el carácter queer de tal espacio y mi insistencia por una aclaración sobre su perspectiva interseccional donde diferentes estructuras de poder ( monosexismo, cisexismo, heterosexismo, racismo, edadismo, capacitismo etc) sean tenidas en cuenta, se me dijo que “lo queer será interseccional o no será”.

La falta absoluta de una conciencia interseccional en tal asamblea a favor a una vertebración de una acción política unidireccional que parte de un eje “heteropatriarcal” me hace pensar que pese a toda la buena voluntad e indignación en favor a un mundo más respirable que esas personas vibraban, la realidad es que las estructuras de poder están en todas partes y las reproducimos inconscientemente, también en espacios políticos con intenciones subversivas y transgresoras de izquierdas. No por llamar a un espacio “anti-lo que sea” quiere decir que automáticamente se busque una cura contra todo el lavado de cerebro bajo el cual nos han indoctrinado desde nada más nacer, parece, creo, bastante de cajón.

Uno de los argumentos esgrimidos para defender el carácter queer de la asamblea transmaricabollo fue que, mientras la FELGTB y fundación triángulo fueron a una reunión con el nuevo rey de l*s español*s monárquic*s la asamblea transmaricabollo nunca lo haría. Pero el no reconocer la monarquía o estar en contra de los poderes simbólicos y fácticos del estado opresor no es necesariamente queer y me remito a las diferencias que mencioné antes sobre faggot, dyke y queer.

Por último me di cuenta de que el género utilizado por defecto al expresarse verbalmente en la asamblea es el femenino el cual yo también usé por respeto al espacio donde estaba. Sin embargo, personas genderqueer suelen preferir el género neutro con terminaciones en E y hombres transexuales el masculino con terminaciones en O. Si bien el uso del femenino es una herramienta para luchar contra la opresión heteropatriarcal la imposición de un femenino a todo el mundo por personas cisexuales es claramente una acción cisexista que deriva en transfóbia y genderqueerfóbia, lo cual tampoco tiene nada que ver con una política queer sino que está más enfocada en la línea del feminismo radical.

Total, que yo deseo que esta asamblea continue con acciones de todo tipo y discusiones que ayuden a descolonizar el pensamiento como está haciendo hasta ahora. Considero que es un centro de activismo importante y un referente para muchas personas que lo necesita, no tengo ninguna duda de ello. Sin embargo, no considero que sea un espacio queer más allá de la voluntad y, en cierta manera, agradezco que no incluyan a la bisexualidad en una estructura tan sumamente monosexista y opresora para ciertos grupos subalternizados, aunque esa opresión, a la cual me estoy refiriendo, soy consciente de que no siempre se produce de una manera intencionada ya que la hegemonía del poder transciende toda agencia humana.